miércoles, 21 de noviembre de 2012

Los colores de mi pueblo: Negro (II)

Quería empezar esta historia con el color más obvio, el negro.

El carbón es lo que ha definido la explosión en la importancia de La Villera. A finales del siglo XVIII este lugar no era gran cosa; dos pequeños núcleos de no más de cien habitantes cada uno, y cuya única herencia del pasado era un torreón reconvertido a palacete por una pequeña familia de la baja aristocracia de la zona y estar localizado en un valle en medio de la vía más directa y obvia de la comunicación entre Asturias y la Meseta. 

Todo cambió con el carbón. Porque sí, había carbón. Unos señores ingleses y franceses llegaron a mediados del XIX y, con su dinero sentaron las bases para un crecimiento exponencial de la población de La Villera. Sus dos pueblos se juntaron en uno, se constituyó como ayuntamiento independiente, y vino la prosperidad en forma de piedras negras, sentando la base para una potente industrialización.

Y del mismo modo que llegó la riqueza y el desarrollo, se marchó como había venido: de manos de las reconversiones de los años 70 y 80, cuando las minas empezaron a cerrar. Lo que debería haber sido una reconversión modélica, con los ojos y las esperanzas puestas -como siempre- en la cuenca alemana del Ruhr, se tradujo en una muestra de todo lo que no se debe hacer: dispendio y dilapidación en obras faraónicas, megasubvenciones a empresas ruinosas del amigo del político de turno, y una falta total y absoluta de previsión de futuro, creación de un sólido tejido productivo e inversiones en formación. Así como vino el oro negro -el sólido-, se marchó.

Que hablen los datos: desde 1960 La Villera ha perdido casi el 50% de sus habitantes. En 50 años. 
El futuro es del mismo color que el fondo de las minas del concejo. 

sábado, 17 de noviembre de 2012

Los colores de mi pueblo (I)

He nacido, crecido y vivido casi toda mi vida en una villapueblociudad (nadie se pone de acuerdo en cómo llamarlo) muy peculiar. Tan peculiar, que hace dos siglos prácticamente no existía, y en menos de uno probablemente deje de existir. Llamémoslo La Villera, nombre ficticiado a partir de sus dos originales barrios, y que bien podría haberse llamado así, y coloquémoslo en un lugar particular: la cuenca minera asturiana, donde sí está.

Esto ya debería darnos pistas sobre por dónde van los tiros. Cuenca: río, valle, encerrado y encajonado sin lugar hacia dónde expandirse. Minera: tradicionalmente de izquierdas, con una actividad minera en terminando de ser reconvertida (o no), y con las consecuencias de eso. Asturiana: periférica de España y en ocasiones de la propia Asturias, con su cultura y particularidades, su extraño himno-canción y su dialecto del dialecto.(nota: me refiero al dialecto asturiano del castellano. Otro día hablaré sobre la llingua asturiana y sus peculiaridades; no hoy) 

Durante unos cuantos días y entradas quiero hacer ver el mundo de esta la VPC (villapueblociudad) de La Villera a través justamente de los ojos que yo no tengo: los de los colores que la componen. Una reflexión sobre la decadencia, la vida, la industria, la economía, la política, y el día a día de este lugar a través de sus colores, que cuesta en ocasiones verlos difuminados en una maraña de pesimismo, pero que están ahí.

Por aquí os espero.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

La prisión al aire libre más grande del mundo

Suelo hablar con mi buen amigo Eyass casi todos los días. Estudia medicina, vive en Nablus (Cisjordania, Palestina), es una persona tan llana como tú o como yo, y me mantiene informado de lo que ocurre por allí. Sin él, este post no habría existido.

Hace unos días, Chomsky nos definía la Franja de Gaza como "la prisión al aire libre más grande del mundo". En The Lancet, Rajaie Batniji, desde la Universidad de Stanford, la describió como "una especie de laboratorio para observar la ausencia de dignidad, una condición que tiene efectos devastadores en el bienestar físico, mental y social. La vigilancia constante desde el cielo, el castigo colectivo a través del bloqueo y el aislamiento, la intrusión en las casas y las comunicaciones, así como las restricciones sobre quienes tratan de viajar, casarse o trabajar dificultan vivir una vida digna en Gaza".

Estos últimos días se ido tensando la situación en la franja. Hace unas semanas cuatro muertos, hace unos días cinco. Los muertos van cayendo como gotas, esas que hacen que se vacíen los bidones de agua de las casas palestinas por los disparos del ejército israelí. Desde la invasión israelí a Gaza en las navidades de 2008, conocida como Plomo Fundido, en la que murieron 1.400 palestinos, el Ejército no ha lanzado operaciones a gran escala, por eso lo llaman "guerra de baja intensidad". Suena sofisticado.

Y hoy nos encontramos con la que puede ser la primera declaración de guerra hecha vía Twitter. ¡Hay que modernizarse! Esos tiempos cuando la guerra se declaraba mediante una larga (y aburrida) declaración firmada por un presidente están pasados de moda. Israel, como estado moderno que es, lo hace mediante un simple twit.


Al que después le siguen otros aclarando que, si es necesario, comenzarán el ataque vía terrestre. 


Un par de twits son suficientes para hacer llegar el Terror, escrito con todas las letras y pronunciado de la forma más intransigente posible.

Un día podemos hablar de Hamás, la organización que gobierna en la Franja de Gaza. Para unos organización terrorista, para otros no. Pero lo que es objetivable es que es la organización de la que depende el más de millón y medio de habitantes de la franja y que le posibilita la asistencia a guarderías, colegios, hospitales y el (poco) trabajo que pueda existir. En palabras de Eyass, "Sabiendo cuál es la situación aquí y lo complicado que es dar una respuesta a una pregunta como qué opinas de Hamás, para mí, son una organización de resistencia, que hasta ahora se mantiene fiel a nuestros principios y no los vende como hace la mayoría de dirigentes árabes. Me gustan sus ideas y pensamientos, son honestos y trabajan por la religión y por Palestina, y no para su propio beneficio".

Hoy, Israel ha matado a Ahmed Yabari, jefe militar de Hamás, en una, según ellos, operación quirúrgica. Y de paso (habrán pensado), a cinco palestinos más (entre ellos una niña) y han dejado dieciocho heridos (ocho niños y cuatro mujeres). Mientras escribo estas líneas probablemente estas cifras hayan quedado anticuadas.

Porque cuando me refiero a hacer llegar el terror, me refiero a que cuando alguien intenta arrastrar un cuerpo ardiendo de un coche, las piernas se desgarren del resto del cuerpo.

 

O montar en una camilla y subir a una ambulancia unos trozos, literalmente, desfigurados de carne mezclados con sangre y tierra.




Sí, el terror es algo muy difícil de describir con palabras, pero extremadamente fácil de mostrar con imágenes. Y estas, son todas de hoy.










Y yo, ingenuo, me pregunto, si el objetivo era el líder de Hamás, ¿Por qué continúan los ataques?.

Empieza a ser demasiada casualidad que estas oleadas de (más) violencia hacia Palestina tengan lugar cada cuatro años, coincidiendo justo con las elecciones al Knéset, Parlamento de Israel, que tendrán lugar el próximo 22 de Enero. Y es inexplicable que para seguir alimentando su imagen de líder, el gobierno de Israel, encabezado por Benjamin Netanyahu (que curiosamente, se presenta a la reelección), masacre, una vez más, a la población palestina.

La historia ya la sabemos (y si no, puedes mirar aquí). Y tomo las palabras de IFMSA-Spain cuando digo que un ataque de estas características es imposible de justificar bajo ninguna circunstancia y que merece el calificativo de terrorismo de Estado. La política de Israel para con el vecino pueblo palestino desde el comienzo del conflicto adquiere magnitud de genocidio, y debe ser condenada y rechazada como tal.

Y soy consciente de que en el futuro la Historia se preguntará por qué permanecimos impasibles ante este genocidio. Yo (y muchos como yo) ya nos lo preguntamos. ¿T tú?

Fuentes:

Eyass. Estudiante de 4º de Medicina en la An-Najah National University de Nablus (Palestina)





El País - internacional 

IFMSA-Spain

No hago huelga... de aprender.

Hoy es un día en el que sobran los motivos para ponerse en huelga. Y estoy seguro de que cada uno tiene el suyo. Huelgas de consumo, de trabajo, piquetes informativos, hay muchas herramientas para conseguir parar el país y demostrarle al Gobierno que existe una gran masa, muchas veces silenciosa, pero que existe y es de verdad quien tiene el poder.

De algo de lo que nunca podemos hacer huelga es de aprender. No de enseñar, o eso que dicen que hacen en colegios, institutos y facultades. No, yo me refiero al conocimiento intrínseco. Que cuando estés hoy por la tarde -o no lo estés- en la manifestación de la huelga sepas por qué lo haces, la historia de los movimientos obreros, la evolución de los derechos sociales y sindicales -y cómo se ganaron y cómo no se ganaron-, que tengas claras tus ideas y seas capaz de defenderlas contra viento y marea. 

El conocimiento es poder, y es nuestro deber como estudiantes, trabajadores, personas, usarlo de la manera adecuada: solamente conociendo los errores del pasado podremos intentar no volver a comenterlos, y nunca perder la esperanza en el mundo mejor y más justo en el que creemos.

Y hasta pronto, que me voy preparando para la mani.

Huelga decir...



Soy afortunada puesto que aún puedo hablar con mis dos abuelos. Aunque tengo la desgracia de que 500 km me separan de ellos. En cualquier caso, con distancia o sin ella, me parece cuanto menos curiosa su visión de las huelgas -en concreto de las generales- y de otros movimientos sociales. 

Por un lado aseguran que sirvieron para alcanzar muchos derechos que hasta ahora hemos disfrutado alegremente hasta el punto de creerlos nuestros -qué ingenuos, diría más de un político o economista-. Lo que pasa es que al parecer no debió de ser tan alegre el sentimiento y participación en estas huelgas, y de ahí que mañana muchas personas añosas cambiarán su rutina diaria por miedo a que pueda ocurrirles algo, que ya son muy mayores, si bajan a por el pan, si van a jugar la partida al bar de Emilio o si se atreven a hacer la ruta del 132 -que más allá de ser el nombre de una serie de locales nocturnos es el número del autobús en el que se suben para "dar una vuelta", llegando a destino y retrocediendo sin salir del vehículo sólo para ver pasar a la gente y comprobar que aquel señor con boina y abrigo verde ha dejado de coger el bus de las 10:30, ¿le habrá pasado algo?-. No, el día de huelga general no. Se verán obligados a ver a Mariló hablando del alma de los órganos donados, programas como Mujeres, Hombres y Viceversa que "al menos les alegrará la vista" y toda la enriquecedora programación que les ayudará a echar en el sillón la cabezadita que no dieron anoche en la cama. 

Hasta aquí todo podría cuadrar, pero se me rompen los esquemas cuando intentan convencerme para que no apoye las huelgas generales -que últimamente las hemos tenido con mucha más frecuencia, algo no tan común en nuestro país como veremos más adelante-. Ambos coinciden en que no servirán para nada, aunque a la vez confunden los métodos de antaño -que al parecer sí defendían en su momento, sí funcionaban y son los que ahora consiguen dejarles en casa-, con los de ahora -más pacíficos y con soportes que deberían facilitar el poder de convocatoria-. Por cierto, el otro día oí por ahí que nos vamos a gastar un 28% más en Defensa y que el gasto en material de antidisturbio y "protección" (claro, han de asegurar el derecho a huelga y manifestación de la gente...) subirá un 1780%. ¿Y si fueran unos visionarios

Teniendo en cuenta que hay muchos tipos de huelga, en España ya llevamos unas cuantas, aunque generales menos de las que podríamos pensar.

La de 1855, en tiempos de Isabel II, es oficialmente considerada la primera de la historia de España, aunque me cuesta creer que así sea... convocada por La unión de clases, trabajadores de la industria textil en Cataluña. Por aquellas épocas ondeaba el bienio progresista, que viene a ser algo parecido a lo que tenemos desde hace años con PSOE-PP.
¿Y qué pedían? Se manifestaban rompiendo las maquinarias de las fábricas en contra del maquinismo y la mecanización propios de la revolución industrial, en el llamado conflicto de las selfactinas (por la introducción de las selfactinas (del inglés self-acting, "de acción automática"), que mecanizaban una parte importante de trabajo del hilado. 
Las máquinas sustituían al trabajador y aumentaban el desempleo provocando una gran población obrera sobrante. El Parlamento del Reino Unido disponía, desde 1721, de leyes penales que castigaban con la deportación el daño a las máquinas. Pero como las actuaciones contra la mecanización seguían, aprobó la Frame-Breaking Act de 1812 que permitía castigar a los trabajadores con la pena de muerte...
Las exigencias fueron, además de la libertad de asociación, la reducción de la jornada de trabajo y el aumento del salario... Las exigencias nos suenan, el lema nos puede sorprender: «asociación o muerte». 
Pego acá un artículo publicado en un periódico de la época, el diario liberal barcelonés La Corona de Aragón, en su edición del 4 de julio de 1855 para intentar ponernos en situación, por si no lo pseudoestamos. Nuevamente se repiten sentimientos y lo que cambia es el recipiente que aporta forma al contenido:
La zozobra, la inquietud, el malestar, la discordia y la desconfianza se han hospedado por fin en Barcelona, en la bella Barcelona. En un día y a una hora dada han cesado los trabajos en todas las fábricas de Cataluña, y cien mil hombres se han lanzado a la calle pidiendo 'pan y trabajo' y gritando 'asociación o muerte'. Al estado a que han llegado ya las cosas, antes de que una colisión venga a sembrar el luto y el dolor en las familias, ya no hay que volver la vista atrás, sino tomar la cuestión en el punto en que se halla, y con la leal protesta de los mejores y más sinceros deseos, decir lo que creemos oportuno para poner en práctica y para terminar esa situación triste y angustiosa, tanto más angustiosa y triste cuando los carlistas enarbolan decididamente su negra bandera y escogen por campo de batalla las llanuras y montañas del antiguo Principado. ¿Qué es lo que piden esas inmensas masas de trabajadores que pueblan nuestras calles, sin manifestarse hostiles sin embargo, sin insultar a nadie, debemos decirlo en su favor, sin propasarse a nada? El derecho de asociación. Piden también que se fijen de un modo estable las horas de trabajo y que se constituya un gran jurado de amos y obreros que arreglen buenamente las discordias que entre ellos se susciten. Pues bien, que se forme ese jurado, nosotros también lo pedimos, también lo demandamos en nombre de la libertad, en nombre del orden, en nombre de las familias, en nombre de la pública tranquilidad, en nombre de Barcelona toda. Que se forme ese jurado, sí, pero no de amos y de operarios solo, sino de doce o quince personas en que estén representadas las clases principales, de doce o quince personas cuyos nombres solos sean una garantía para todos los buenos, para todos los liberales, para todos los que, identificados con los principios santos proclamados por la gloriosa revolución de julio, deseen verdaderamente que la libertad, el orden y el progreso lleguen a establecerse por fin de una manera sólida en nuestro infortunado país. Que se forme ese jurado, que se busquen para formarlo hombres de talento, de conocimientos, de acrisolado patriotismo, de principios reconocidos, de arraigo en el país, de influjo en el pueblo, de sentimientos puros, leales y nobles, y que se den a ese jurado amplias facultades por parte de los trabajadores lo mismo que por la de los amos, y que ese jurado, en fin, estudie, investigue, indague y obre en vista de los documentos y de las pruebas que se le sometan, según su leal saber y entender le dicten, interín las cortes, como debieran ya haberlo hecho, se ocupan de asunto tan importante y tan vital. Este es nuestro parecer que francamente emitimos, que sinceramente proponemos, sin segundas miras, sin doble intención, sin más intención ni miras que las de contribuir a la felicidad y al bienestar de los jornaleros hermanos nuestros. Nos atrevemos a pedir al Escmo. señor capitán general, al Escmo. señor gobernador civil, a la Diputación, al Ayuntamiento, a los trabajadores todos que adopten nuestro proyecto, si lo creen oportuno, como un medio honroso de transacción. Nos atrevemos a pedir a la prensa barcelonesa, nuestra hermana, que apoye nuestro proyecto, si lo juzga útil, y le añada lo que su ilustración sabrá encontrar y nuestra ignorancia no nos ha dejado ver. Es preciso que esta situación triste y lamentable concluya, es preciso que se calme esa crisis industrial, es preciso que los ánimos se tranquilicen y sosieguen, a fin de que juntos, unidos y compactos podamos acudir contra nuestro enemigo común que es el carlista, que es el absolutista, que es el reaccionario, que es, en fin, todo el que es enemigo de la libertad. Nosotros proponemos el medio, cumpliendo con nuestra misión de honrados y leales periodistas. Proponga cada cual el suyo y que el pueblo y las autoridades adopten el mejor, pero que se adopte un pronto, pronto, pronto, antes que aprovechando esos momentos para ellos propicios, se aventuren a dar un golpe de mano nuestros enemigos tan incansables como vigilantes, antes de que un tiro disparado al acaso promueva una colisión, antes de que venga la guerra intestina, la guerra civil, y con la guerra civil la miseria, la desolación, el luto y la desdicha de la un día tan opulenta y hoy tan desgraciada Barcelona.

La huelga general duró del 2 al 11 de julio de 1855 y fue masivamente seguida. El 9 de julio de 1855 Barcelona fue tomada militarmente, y el general Espartero envió a su ayudante, curiosamente con nombre de constructora, Sanabria, con un documento lleno de vagas promesas...

Otras huelgas, como la de 1917 con Alfonso XIII buscaban cosas tan familiares como: "Con el fin de obligar a las clases dominantes a aquellos cambios fundamentales del sistema que garanticen al pueblo el mínimo de condiciones decorosas de vida y de desarrollo de sus actividades emancipadoras, se impone que el proletariado español emplee la huelga general, sin plazo definido de terminación, como el arma más poderosa que posee para reivindicar sus derechos". 

En 1934 en Madrid la UGT declaró una huelga general revolucionaria contra la entrada de ministros de la CEDA en el gobierno de la República, que consideraban las organizaciones obreras el preludio de la instauración del fascismo en España. La CNT (de la que luego nacería CGT, que sí cobra subvenciones del Estado en la actualidad, aunque se hace llamar anarcosindicalista) no apoyó. Muchos campesinos, agotados por las huelgas que se habían producido durante los meses de marzo, abril y junio, tampoco secundaron la nueva huelga. Y es que ese año estuvo movidito, y se cocieron multitud de huelgas por toda España. 

En la general, los huelguistas intentaron el asalto a la Presidencia del Gobierno y, después de dos horas de disparos, el Gobierno de la República dominó la situación y encarceló a los sublevados.

Desgraciadamente, la huelga general de 1936 fue convocada por UGT y CNT y se desarrolló entre el 18 y el 23 de julio, significando la derrota del pronunciamiento en las principales ciudades de España, en el comienzo de la Guerra Civil Española y con el consiguiente estallido de la Revolución social española de 1936.

Durante el periodo preconstitucional o de transición política no democrática sucedió la Huelga general de 1976, celebrada el 12 de noviembre de 1976 (de 24 horas, Jornada de paro general) fue convocada por COS (Coordinadora de Organizaciones Sindicales) -entre ellas CCOO, UGT y USO- contra las medidas de ajuste laboral y económico del gobierno de Adolfo Suárez -no elegido democráticamente-, y por la amnistía y las libertades democráticas. En realidad hubo muchas... 

Y ya en el periodo preconstitucional o de transición política democrática, la Huelga general en España de 1978, celebrada el 5 de abril de 1978, fue convocada por la Confederación Europea de Sindicatos (CES) y secundada por UGT, CCOO y sindicatos de 28 países europeos. Se protestaba contra el alto porcentaje de desempleo en Europa (¡tan sólo un 5%, podríamos decir!) y tuvo un seguimiento de unos cuatro millones de personas, según los sindicatos. El presidente del Gobierno Adolfo Suárez (UCD) ya había sido elegido democráticamente aunque sin estar aún aprobada la Constitución española refrendada el 6 de diciembre de 1978.


Una vez aprobada la constitución se presupone periodo de democracia plena constitucional... y es cuando llega el auge de las huelgas:
En 1981 una huelga general de dos horas de duración contra la intentona golpista. 
En 1985 una huelga general de 24 horas en contra de la reforma de las pensiones.
En 1992 una huelga general de 12 horas contra la reforma del subsidio de desempleo. 
En 1994 una huelga general de 24 horas contra la reforma laboral. 
En 2002 una huelga general contra la reforma del susbsidio de desempleo por el gobierno de Aznar. 
En 2003 una huelga general de 2 horas contra la participación de España en la Guerra de Irak y sus efectos socioeconómicos. ¡Tan sólo CGT y CNT convocan huelga de 24 horas!
En 2010 una huelga general de 24 horas contra la reforma laboral, la reducción salarial en el sector público y la congelación de las pensiones. 
En 2011 una huelga general de 24 horas en Cataluña, Galicia, Euskadi y Navarra (casualmente de partidos políticos discordantes con el resto del panorama estatal y convocada por sindicatos denominados "minoritarios") contra la reforma de las pensiones. 
En 2012 una huelga general de 24 horas el 29 de marzo contra la séptima reforma laboral aprobada el 19 de febrero de 2012 (y hubo gente que se manfiestó contra otro par de cosicas más). 
¡Y ojo! Porque este es el año de la apocalipsis maya y de más de una huelga general, ya que hoy 14 de noviembre volvemos a tener convocada otra huelga general más de 24 horas. Sucede que esta es la primera vez en la historia de la Unión Europea que se ha convocado simultáneamente una jornada de paros en diferentes estados con una reivindicación común. Chipre, Malta, Portugal, Italia y España vivirán una jornada de huelga general que será apoyada con movilizaciones en Francia, Grecia y huelgas sectoriales en la Bélgica francófona.. ¿En contra de qué esta vez? Por el “recorte de derechos fundamentales”, el “deterioro de pensiones, de sanidad y de educación” y el “intento de aislar al medio rural” y, en este sentido, pidieron “una ola de simpatía y de comprensión por parte del conjunto de la población, de la opinión pública”, que se una al esfuerzo de los asalariados que secunden esa convocatoria.
El sindicato europeo destacó en una nota que las medidas de austeridad "han arrastrado a Europa desde el estancamiento económico hasta la recesión. El resultado de estas políticas ha sido el bloqueo del crecimiento y el desempleo en continuo aumento", reza la nota. "Los recortes a salarios y la protección social son ataques al modelo social europeo y agravan las desigualdades y la injusticia social. Es necesario un cambio de ruta", prosigue.

Qué sé yo, quizás los abuelos en vez de evitar que protestemos nos mandan involuntariamente una señal de cara a avivar nuestras protestas de manera más o menos creativa, pero por otro lado su punto de vista no difiere con el de mucha otra gente de menor edad. Así que no es sólo cosa de la gente mayor (en general, que siempre te llevas des y agradables sorpresas). 
No sé tú, pero a mí me da la sensación de que las huelgas han mermado en duración y credibilidad, y no acabo de ver en qué momento la gente pasó de creerse soberana de su propia sociedad (qué despropósito) a víctima y marioneta de entidades -que no personas- totalmente abstractas. Por otro lado, me parece un canteo que los objetivos que se buscan se hayan difuminado tanto... ya no podemos luchar contra UNA cosa concreta. Nos estamos atragantando. 

Hay muchos argumentos que he escuchado hasta la saciedad desde que tengo uso de razón, argumentos que no pasan de moda. Da igual que haya gente que utilice una convocatoria de sindicato mayoritario totalmente comprado por el Estado y dirigido por gente que hace tiempo no trabaja (ergo no conoce las circunstancias de quienes deben representar) para crear SU convocatoria crítica e independiente. Da igual que estemos un cuarto de españoles formando parte de la empresa más grande que tiene nuestro país. Da igual que hayan pasado de una privatización progresiva y pseudosilente de nuestra atención sanitaria a un de-golpe-y-porrazo. Da igual que hayan cambiado la reforma laboral que costó sudor, lágrimas y sangre conseguir. Da igual que lleven dos meses sin pagarte, has de esperar 3 para poder reclamar lo que es tuyo, y los meses que hagan falta hasta cumplir requisitos de situación surrealista, aunque eso signifique puedas morir en ese periodo de inanición. Da igual que dentro de unos años no puedas pagarteuna justicia que ya de por sí no es igual para todos. Da igual que te quedes sin techo. Da igual que gran parte de la población sea consciente de que esto o aquello son meras cortinas de humo que nos mandan y seamos capaces de ver a través de ellas. Da igual que te quedes sin aire. Da igual que no te dé igual. Y, por supuesto, da igual que te dé igual. 

No sé cuál es la solución a esta guerra encubierta. Supongo que si fuésemos capaces de que 2012 fuera el año de la "época democrática constitucional" de la primera huelga indefinida masiva en vez del primer año en que hubo dos huelgas generales, alguno de todos los objetivos que tenemos pendientes sería más factible de ser alcanzado. Pero bueno, de momento, al menos, servirá de ansiolítico y antidepresivo. Volveremos a sentir el simbolismo y, con un poco de suerte, hoy recuperaremos alguno de nuestros céntimos invertidos en los presupuestos del Estado en forma de pelota de goma (90 cts/unidad) o gas lacrimógeno (rico y nutritivo, nos devolverían unos 30 euros...que ni tan mal). Aunque no nos hagamos ilusiones, que no somos ese tipo de sociedad que creíamos que éramos, esa en la que el Estado vela por tu bienestar.

A veces funciona





Huelga general de 1855. 


martes, 13 de noviembre de 2012

Yo no soy intolerante, pero...

       Yo no soy intolerante, y además me encuentro en una maravillosa ciudad europea de habla extraña y modales educados.

        Aquí las cosas están mejor hechas, serán todo lo infinitamente asquerosos cuando se lo proponen que tú quieras, las familias son de cuatro personas y del abuelo ni por Navidad, pero aquí las cosas están mejor hechas, se nota sobre todo en los detalles; en los váteres con diseño para que no salpique, el mecanismo que tienen para abrir fácilmente esas ventanas altas imposibles de llegar, los carriles bicis pensados y no esas líneas pintadas que tenemos nosotros en el suelo.

      Y una de las maravillas que tienen son las bibliotecas, qué maravilla de biblioteca señora. Tienen entremezcladas las estanterías de los libros con las mesas de estudio, aislándote así del ruido de los que hablan. Y además de los millones de libros de estas estanterías tiene toda la música en forma de partituras y discos, películas, cómics, Internet, zonas gigantes para los niños con juegos y un miniescenario. Vamos, que lo mismo te encuentras a un estudiante prepúber empollando para su examen del lunes como al abuelo viendo una de vaqueros, a un tipo escribiendo en clave de Sol como a una manada de niños que va a la biblioteca y no como castigo.

       Hay gente rara, rara, pero eso como en toda la ciudad. Lo que no verás son harapientos.

      Y no los veía hasta que ¡plaf!, uno se me sienta al lado. En uno de esos momentos de distracción entre página y página ya lo vi venir con el rabillo del ojo. Con los pantalones sujetos con un cordón, un abrigo de esos que parecen de gigante, el pelo desastrado, el típico carrito en el que llevaba sus pertenencias y esa mirada desquiciada de cuando ya nadie te hace caso.

      Yo no soy intolerante, pero es que tenía que estudiar realmente duro, y la verdad, hacerlo al lado de un tipo que huele a orín y que no para de hacer ruidos no es la manera más cómoda de hacerlo. El tipo era negro, pero como yo soy tolerante y el color de su piel no influía en mi velocidad de lectura pues ni venía al caso mencionarlo, tan sólo para completar la descripción.

    Él sacó un libro y se puso a leer, y yo mientras valorando si perdía más tiempo quedándome desconcentrado en mi sitio que yéndome a otro. Así estuve un tiempo, más pendiente de las cosas que me podrían distraer de aquel tipo que de mis estudios.

      El caso es que finalmente me concentré en la lectura, pues ni el tipo olía a orín ni hacía ningún ruido.

     Y así estuvimos ambos dos sin pensar el uno del otro hasta que una señora encargada de todavía no sé qué en la biblioteca, y sigo yendo mucho, le espetó que se tenía que marchar, que no podía estar allí. Las palabras exactas no las sé porque ya dije que hablan un idioma muy raro, pero le mencionó que aquello no era la cruz roja. El hombre protestó, la mujer gritaba más, otro tipo quiso ayudar al hombre pero sin demasiado aplomo y finalmente otro de más allá vino y le dijo que se callara y se fuera; al hombre, no a la señora.

     Y se fue, con su bastón con una almohadilla al final para no hacer ruido, de esto me di cuenta al irse, no al venir.

      Yo me quedé con cara de gilipollas porque en ese idioma extraño lo más que podía era hacer pedorretas con los labios, y eso no mejoraría la situación. Así que bueno, por lo menos me dediqué a reflexionar lo que había pasado. Me di cuenta de lo injusto de mi comportamiento, en que bueno, sí, podía haberme molestado, pero el caso es que no y yo lo daba por sentado. Reflexioné sobre cuánto me jodió que echaran a aquel hombre con unos prejuicios que aunque no los hubiera exteriorizado los había tenido yo mismo no más de 10 minutos antes. Lección aprendida, dije.

     El caso es que sigo yendo mucho a esa biblioteca, siempre en bici porque ya dije que los carriles que tienen son de los mejores. Puedes ir por ellos con total seguridad. Bueno, salvo cuando los taxis circulan a tu lado, porque es que parece que la calle es suya. Y los peores son los turcos, que aquí hay muchos por cosas de historia, que van haciendo zigzag entre los coches, no sé si será porque están así acostumbrados en su país o qué. Yo es que no soy intolerante, pero...