Yo no soy intolerante, y
además me encuentro en una maravillosa ciudad europea de habla
extraña y modales educados.
Aquí las cosas están
mejor hechas, serán todo lo infinitamente asquerosos cuando se lo
proponen que tú quieras, las familias son de cuatro personas y del
abuelo ni por Navidad, pero aquí las cosas están mejor hechas, se
nota sobre todo en los detalles; en los váteres con diseño para que
no salpique, el mecanismo que tienen para abrir fácilmente esas
ventanas altas imposibles de llegar, los carriles bicis pensados y no
esas líneas pintadas que tenemos nosotros en el suelo.
Y una de las maravillas
que tienen son las bibliotecas, qué maravilla de biblioteca señora.
Tienen entremezcladas las estanterías de los libros con las mesas de
estudio, aislándote así del ruido de los que hablan. Y además de
los millones de libros de estas estanterías tiene toda la música en
forma de partituras y discos, películas, cómics, Internet, zonas
gigantes para los niños con juegos y un miniescenario. Vamos, que lo
mismo te encuentras a un estudiante prepúber empollando para su
examen del lunes como al abuelo viendo una de vaqueros, a un tipo
escribiendo en clave de Sol como a una manada de niños que va a la
biblioteca y no como castigo.
Hay gente rara, rara,
pero eso como en toda la ciudad. Lo que no verás son harapientos.
Y no los veía hasta que
¡plaf!, uno se me sienta al lado. En uno de esos momentos de
distracción entre página y página ya lo vi venir con el rabillo
del ojo. Con los pantalones sujetos con un cordón, un abrigo de esos
que parecen de gigante, el pelo desastrado, el típico carrito en el
que llevaba sus pertenencias y esa mirada desquiciada de cuando ya
nadie te hace caso.
Yo no soy intolerante,
pero es que tenía que estudiar realmente duro, y la verdad, hacerlo
al lado de un tipo que huele a orín y que no para de hacer ruidos no
es la manera más cómoda de hacerlo. El tipo era negro, pero como yo
soy tolerante y el color de su piel no influía en mi velocidad de
lectura pues ni venía al caso mencionarlo, tan sólo para completar
la descripción.
Él sacó un libro y se
puso a leer, y yo mientras valorando si perdía más tiempo
quedándome desconcentrado en mi sitio que yéndome a otro. Así estuve un tiempo,
más pendiente de las cosas que me podrían distraer de aquel tipo
que de mis estudios.
El caso es que
finalmente me concentré en la lectura, pues ni el tipo olía a orín
ni hacía ningún ruido.
Y así estuvimos ambos
dos sin pensar el uno del otro hasta que una señora encargada de
todavía no sé qué en la biblioteca, y sigo yendo mucho, le espetó
que se tenía que marchar, que no podía estar allí. Las palabras
exactas no las sé porque ya dije que hablan un idioma muy raro, pero
le mencionó que aquello no era la cruz roja. El hombre protestó, la
mujer gritaba más, otro tipo quiso ayudar al hombre pero sin
demasiado aplomo y finalmente otro de más allá vino y le dijo que
se callara y se fuera; al hombre, no a la señora.
Y se fue, con su bastón
con una almohadilla al final para no hacer ruido, de esto me di
cuenta al irse, no al venir.
Yo me quedé con cara de
gilipollas porque en ese idioma extraño lo más que podía era hacer
pedorretas con los labios, y eso no mejoraría la situación. Así
que bueno, por lo menos me dediqué a reflexionar lo que había
pasado. Me di cuenta de lo injusto de mi comportamiento, en que
bueno, sí, podía haberme molestado, pero el caso es que no y yo lo
daba por sentado. Reflexioné sobre cuánto me jodió que echaran a
aquel hombre con unos prejuicios que aunque no los hubiera
exteriorizado los había tenido yo mismo no más de 10 minutos antes.
Lección aprendida, dije.
El caso es que sigo
yendo mucho a esa biblioteca, siempre en bici porque ya dije que los
carriles que tienen son de los mejores. Puedes ir por ellos con total
seguridad. Bueno, salvo cuando los taxis circulan a tu lado, porque
es que parece que la calle es suya. Y los peores son los turcos, que aquí hay muchos por cosas de historia, que
van haciendo zigzag entre los coches, no sé si será porque están
así acostumbrados en su país o qué. Yo es que no soy intolerante,
pero...
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